



Y es aquí donde se para el tiempo en un eterno movimiento. Me rodea la orilla con un silencio escamado y un eco de luz. Dos cuerpos y dos texturas. Dos palabras y uno y quinientos-avos de segundo. Ahí es donde surge una toma de decisión y una mirada al pronunciamiento. Observo cómo la arena se desliza en el cuerpo mientras se queda solidificada en la retina. La textura se mueve mientras el tiempo se para y eso llama a la reminiscencia de mi cerebro. A lo que pasa y no se queda, a lo que queda sin haber pasado. Una explosión neuronal que busca una fracción propia de movimiento. Y vuelve a pararse el tiempo y la orilla cada vez se aleja más y la memoria es más honda. Y es aquí, donde lo que veo cambia de respiración y su respiración permuta. Dos texturas que se alientan y dos cuerpos que se separan bajo su mesoglea.